Quizás, el problema del racismo en el deporte se explique por sí solo y por ello en la explicación esté realmente el problema: frustración, marginalidad, la guarida segura de la masa, la sobreexcitación, el imperio del subconsciente... Inevitablemente, en esos rasgos psicológicos y sociales se acotan los comportamientos racistas de los aficionados deportivos, más acentuado en los deportes de masas de cada país, pero nada ajenos en deportes minoritarios. Establecida la explicación, la gobernanza del deporte se siente más tranquila, ya aliviada, y las medidas se relajan porque a fin de cuentas el fútbol, por ejemplo, es un deporte de masas y todos sabemos cómo se comportan las masas enfurecidas o eufóricas. En ese catálogo de explicaciones, la apelación a que el fútbol no es sino la manifestación diaria de los problemas de la sociedad es un escudo capaz de resistir los embates de cualquier excaliburque atente contra eso que viene llamándose pasión, tantas veces convertida en locura.
El plátano que le lanzaron el pasado domingo al barcelonista Dani Alves en El Madrigal (Vilareal) vendría a ser la fruta madura caída por su propio peso del árbol de la ignorancia y de la exaltación. Un hecho aislado, coletilla que funciona como un bálsamo relajante frente a la hinchazón del espectáculo. El problema es que la historia está llena de hechos aislados. Basta pinchar cualquier servidor de noticias en Internet para comprobar la rutina de los hechos aislados. Y ahí solo aparecen los censados o los publicados, bien por la gravedad del hecho, bien por la trascendencia del personaje, del país o del deporte en el que ocurre. Aún así, se trata de una rutina enciclopédica.
En ello compiten el anónimo lanzador de plátanos (siempre es mejor la honrosa fruta que el afilado cuchillo) con un magnate de pro estadounidense, Donald Sterling, propietario de la franquicia de Los Ángeles Clippers en la NBA, que agrede a los negros en los comentarios a su novia en un deporte en el que los negros dominan históricamente el cotarro y soportan el poderío del espectáculo. A Sterling le enseñaron ayer la puerta de salida, señal de los diferentes tratos que tiene la lucha contra el racismo en una cultura y en otra.